UNO A UNO

Museo del Palacio de Bellas Artes

2019

El vértigo que provoca la monumentalidad del Palacio de Bellas Artes nos impide dimensionar sus elementos y detalles. Los tiempos y estilos que se mezclan son contrastantes, intrigantes, y nos hablan de la construcción del México moderno. Planeado bajo un régimen que veía a Italia y Francia como referentes de alta cultura y vanguardia, su realización fue interrumpida por casi veinte años al estallar la Revolución Mexicana. La ruina, a media construcción, salió de su letargo en un México que había cortado con el México para el cual fue diseñado. Lo que nació con la idea de ser un Teatro Nacional, siguiendo el estilo y los estándares de las capitales europeas, se convirtió en un teatro con museos que albergaría las Colecciones de Arte Nacionales y Arte Popular. El Palacio retomó un nuevo estilo, en un nuevo país que escudó la construcción de su identidad posrevolucionaria en el volver la mirada a nuestra raíz prehispánica.

Uno a uno / Bellas Artes. Lake Verea destaca fragmentos de ambos periodos. La intención es descontextualizar los detalles fotografiados para usarlos como palabras con las cuales construimos un discurso que aborda la confrontación física, la idea de monumentalidad, la fragilidad y el tiempo. Buscamos favorecer la mirada cercana, íntima, controlar el vértigo y acercar lo inaccesible. Queremos capturar detalles de lo que no logramos ver sin ayuda de los distintos zooms y de las cámaras fotográficas. La selección de estas palabras y fragmentos obedece a un impulso personal en la búsqueda de detalles que nos atrapan. Queremos entender al Palacio como un ente vivo, con grietas, polvo, objetos y los elementos que lo conforman y vienen de tan diversos lugares del planeta, así como rendir homenaje a un sinfín de mentes y manos que se han sumado al resultado de lo que en este momento conocemos. Los objetos retratados están ahí, a plena vista; sin embargo, son difíciles de enfocar. El contexto limita la lectura que nosotras buscamos rehacer, por lo que los abstraemos para dejarlos brillar por sí mismos. Si algo permite la fotografía es jugar con el alcance visual y con el tamaño de su reproducción. Encuadramos y medimos cuidadosamente cada detalle para imprimir cada objeto y fragmento en su tamaño exacto. Entre el objeto físico y nuestro retrato, la diferencia está en su materialidad y volumen; sus coordenadas cartesianas, alto y ancho, son análogas a la realidad. Los retratos son acompañados de una interpretación personal y el rastreo de datos como origen, autor y materiales. Con esto queremos unir la acción de la arqueología de la modernidad con nuestra visión de artistas y provocar, quizá, una noción transversal del tiempo y del espacio.

El resultado de esta investigación es una instalación en la que desplegamos las fotografías directas al público. Suspendidas desde una retícula, la cercanía y la fragilidad de las impresiones sobre papel son provocaciones vitales en nuestra propuesta. Los retratos forman un laberinto en la sala de exhibición que invitamos a recorrer para descubrir el discurso y comprender la potencia de cada fragmento. Queremos transportarnos a un tiempo y espacio que antes sólo existía en nuestras mentes. Cada paso una sorpresa, cada mirada un hallazgo, cada retrato una historia.